martes, 13 de mayo de 2008

Sexo en Nueva York», una Cenicienta de ida y vuelta

ANNA GRAU.
NUEVA YORK. Érase una vez una chica de Texas que se fue a vivir a Nueva York. Vamos a llamarla Betsy. En agosto de 2002 Betsy vivía justo al lado del agujero dejado por las Torres Gemelas. En consideración a la posible existencia de partículas tóxicas se beneficiaba de una rebaja del alquiler durante dos años, me explicó contentísima. Eso le permitía vivir sola en pleno downtown de Manhattan, en un estudio mi-núsculo pero con vistas.
Ávida de hablar del 11-S y de su impacto en los neoyorquinos, propuse a Betsy salir a cenar un domingo. Imposible, declaró: era el día que quedaba con su prima y sus dos mejores amigas para ver todas juntas el episodio semanal de «Sex and the City» («Sexo en Nueva York»).
Cuando le dije que yo no había visto nunca la serie casi se cae de espaldas. ¿Cómo era posible que yo, una periodista europea, a sus ojos un ser refinadísimo, desconociera la Biblia de la mujer ideal? Tras una catequesis acelerada fui admitida en el templo, que era como un juego de espejos: cuatro chicas pizpiretas de Nueva York en la pantalla, y delante de ella cuatro chicas pizpiretas más con la boca abierta. Betsy me explicó con emoción que a esa misma hora muchísimas otras chicas de Nueva York y de toda América estaban comulgando con lo mismo. Y otro tanto hacían un buen puñado de gays.
Eran los grandes tiempos del nacionalismo neoyorquino, después del 11-S y antes de la guerra de Irak. En el mundo de «Sex and the City» todo el mundo da gracias al cielo por vivir en Nueva York, la última gran ciudad libre, donde nadie es demasiado pobre como para poder vestir como Carrie y sus amigas, frecuentar los locales que ellas frecuentan, beber un Cosmopolitan tras otro (a veinte dólares cada uno) y vivir en el Upper East Side.
¿Es real ese mundo?
Sarah Jessica Parker, actriz protagonista y productora ejecutiva de la película que se estrena en Estados Unidos este mes y en España en junio (también fue productora de la serie desde la tercera temporada) se resiste a admitir que ese mundo no es real. Lo que hace es situarlo en el pasado: afirma que vivir en Manhattan «era más asequible antes», y que por eso ella, una izquierdosa convencida -«nací demócrata», asevera solemne-, está usando su popularidad para patrocinar Bitten, su propia marca de diseño barato. Venden vestidos a cuatro dólares y medio. Parker dice que es para «democratizar la moda». Se enfada si alguien insinúa que está haciendo negocio con su condición de icono fashion.
Visto el icono de cerca, Parker es con diferencia la menos glamourosa de las cuatro actrices de «Sex and the City». Por momentos parece que se esfuerce incluso en ser la más vulgar. Hay quien dice que esa es la clave de su éxito, su aire de chica cualquiera transmutada en Audrey Hepburn del siglo XXI por el embrujo de Nueva York y el estilismo de Patricia Field.
Si en la serie el estilismo era espectacular, en la película deviene faraónico. Las cuatro chicas se cambian de vestido no menos de trescientas veces. Llega un momento en que mirarlas hace daño a los ojos. En que las espectadoras piensan que si ellas no son más felices en la vida es porque no cuidan así su aspecto. Esta idea es casi sugerida directamente en un momento de la película por Samantha (Kim Cattrall) a Miranda (Cynthia Nixon), víctima de una infidelidad conyugal... y de su propia negligencia para depilarse las ingles.
La madurez del cuarteto
Y, sin embargo, la película tiene pretensiones de trascender y de situar a sus cuatro Cenicientas en lo más parecido al tono mayor de la madurez, donde todo final feliz pasa por resignarse a cierto grado de decepción. Cynthia Nixon, lesbiana confesa en la vida real, analiza agudamente su rol de Miranda, una triunfadora casada con un hombre sencillo, socialmente insignificante, «eso es lo que aflora cuando él le pone los cuernos, algo que ella cree particularmente imperdonable por parte de un hombre que en el fondo no la merece; hasta que se reconcilia con lo mucho que lo ama y lo valora, a él y a lo fácil que es vivir con él».
Cuatro años después de la emisión del último capítulo de la serie, «Sex and the City» sigue levantando pasiones. Chris Noth, que encarna a míster Big y es el portavoz oficial de la testosterona en la serie, se ríe contando que una vez, cuando creía que iban a atracarle, lo que hicieron fue preguntarle: «¿Por qué no te casas con Carrie?». Sarah Jessica Parker no se ríe cuando cuenta cómo los paparazzi acosan a su hijo de cinco años.
Y, sin embargo, ya no es lo que era. Igual que el fervor del 11-S ha dado paso a muchos reproches y una gran amargura, la película llega en un momento en que empieza a haber legiones de desengañados -sobre todo desengañadas- de «Sex and the City». Betsy de Texas se volvió al pueblo: ya le pesaban los años trabajando de sol a sol en Nueva York sin ahorrar un dólar, pagando precios de infarto por todo, sin poder ni oler las marcas de sus sueños y sin encontrar novio. No es fácil ligar en una ciudad donde todo el mundo corre una diaria maratón de obstáculos.
«No es lo mismo la búsqueda del amor a los veinte años que a los cuarenta», advierte Parker, quien parece sorprenderse cuando se le pregunta por qué ningún personaje de «Sexo en Nueva York» tiene nunca problemas económicos, inquietudes políticas o ni siquiera una opinión sobre la guerra de Irak. «Porque es una comedia romántica, no un reportaje», concluye, lavándose las manos de toda la gente que se tome esta visión en rosa de la ciudad al pie de la letra y luego se lleve un chasco. «¿Le vais a pedir cuentas a Woody Allen por todos los judíos de Ohio que, después de ver sus películas, se vayan a vivir a Nueva York?», espeta.

El precio que hay que pagar por no ser Carla Bruni

Por cortesia de MMP
Marta Matute / MADRID (23-04-2008)
Medio centenar de mujeres de mediana edad y un solo hombre, el psiquiatra Jesús de la Gángara, desayunaban ayer en un céntrico hotel de la capital madrileña. Les había convocado la firma de cosméticos Olay con la intención de intercambiar opiniones sobre las preocupaciones, necesidades y aspiraciones de la mujer madura. En la tribuna de invitados, Pilar González de Frutos, presidenta de Unespa y vicepresidenta de CEOE, desgranaba las experiencias de una mujer casada y con un hijo que ha sido directora general de Seguros y que ya rebasó los 50.
González de Frutos comenzó con voz pausada su intervención haciendo gala de sus triunfos profesionales y sabiéndose una mujer afortunada. Pero de pronto, mientras recordaba que 'a ciertas edades la frustración florece de golpe', sacó de su cartera una fotografía, un retrato institucional como los que suelen aparecer en la prensa salmón, y la mostró al público.
El auditorio vio entonces a una mujer de mediana edad, vestida sobriamente con un traje de chaqueta. Pilar González de Frutos dijo: 'Ésta soy yo' y guardó su foto. Entonces, en un guiño de complicidad con el auditorio, sacó otra igual de grande que la primera y mostró a mujer bellísima que tocaba la guitarra. 'Evidentemente, ésta no soy. Es Carla Bruni. No sé si me gustaría se r como ella, aunque a quien le encantaría que lo fuera sería a mi marido' reconoció divertida.
El fantasma de la depresión revoloteó ayer una y otra vez sobre las cabezas de las mujeres del encuentro. '¿Es la vejez una enfermedad?', se preguntó retóricamente Jesús de la Gándara, y contó la anécdota de una paciente que en cierta ocasión le confesó que se había puesto silicona y su marido ni siquiera se había dado cuenta. 'Las mujeres antes de pasar por quirófano deberían sentarse en el diván del psiquiatra'.
La mujer española siente que su plenitud se apaga a partir de los 36 años y son muchas las que se consideran viejas a los 50. Ellos no son más optimistas: opinan que ellas están en su mejor momento a los 33, según datos facilitados por Olay, promotora de un programa de becas para la recuperación académica de la mujer. ¿Y después de los 50, qué?, se preguntó la presidenta de Unespa. 'Después, si eres rica y occidental, todo hay que decirlo, adquieres una visión de largo alcance que es un privilegio, sumas una capacidad de conciliación y diálogo que la sociedad agradece, y atesoras libertad y espontaneidad', le respondió la diputada del PP, Soledad Becerril. Becerril, la primera mujer que se sentó en un consejo de ministros en España y que un día tuvo que dar carpetazo a las entrevistas porque los periodistas sólo deseaban fotografiarla jugando al tenis, desveló ayer que su revés ya no es el que era y que no ha sido fácil aceptar los cambios físicos.
'El secreto de la madurez está en ganar el combate a ese terrible enemigo que se llama tiempo', afirmó rotundo Jesús de la Gándara. 'Se trata de armonizar la edad biológica, la edad biográfica y la edad real, conciliar la triple jornada, poseer una economía propia y ser activa intelectualmente. Para escamotear la depresión la mujer debe fortalecer el llamado factor de desarrollo neurotrófico cerebral, que nos permite adaptarnos a las exigencias evolutivas de manera rápida. ¿Cómo? Con estudio, deporte y sexo', apuntaló el médico.

4 meses, 3 semanas y 2 dias

CRISTIAN MUNGIU ASOMBRA CON SU TERCERA PELÍCULA, UN DRAMA APABULLANTE SOBRE HERIDAS INCURABLES ENTRE LOS ESTERTORES DE LA RUMANÍA DE CEAUCESCU

En el cine de Cristian Mungiu hay mucho de la filosofía del encuadre de las películas de los Dardenne, su buen gusto por las tomas largas, el montaje minimalista y la acción o diálogo fuera de campo, pero al mismo tiempo Mungiu apuesta por una "escenografía" de contrastes sombra-luz, agonía-certeza que adquiere dimensiones múltiples en el filtro mental del espectador. El cineasta rumano juega con emociones latentes, que borbotan en el anhelo del receptor, fascinado por la rítmica adictiva de un suspense imperceptible. Es ésta una película inquietante por su epicentro temático, pero también por la superlativa convivencia entre las maneras, aparentemente toscas, de un drama social, y el perturbador fantasma de la incertidumbre que otorga la narración en primera persona. Mungiu desglosa el drama a través de la mirada perpleja de la asombrosa Anamaria Marinca, extraviada entre las sombras de una pesadilla inesperada. En tanto que partícipe de tal extravío, el espectador descubre atónito debajo del nivel de superficie, una narración inesperadamente inquietante, felizmente salpicada por una suerte de susurrante suspense asentado en la estupefacción de los derroteros que el relato asume según madura.
"4 meses, 3 semanas, 2 días" es una tragedia sobre precipitaciones súbitas al vacío, sobre existencias ultrajadas por la perfidia de terceros que, sin lugar a dudas, no encontrarán bálsamo ni consuelo. El plano final de Marinca enfrentada a la mirada directa de la cámara delata al fin una certeza, su vida se reincorpora a una normalidad inhabitable, forzada y hostil, donde el secreto que, seguro, envenenará a perpetuidad sus pensamientos, acabará por arruinar su felicidad. Si algo demuestra la nueva propuesta de Mungiu es la saludable vitalidad del cine rumano, que parece haber encontrado una suerte de vía catártica en la exploración del pasado reciente, en la restauración ficcionada de los estertores de la Rumanía abyecta de Ceaucescu, que ejercía de telón de fondo igualmente en la reciente "12:08, al este de Bucarest", insólita y melancólica comedia sociológica firmada por el prometedor Corneliu Porumboiu.
Si bien en la película de Mungiu el contexto sociopolítico es únicamente sostén y atrezo circunstancial, se rastrea un empeño casi subterráneo por fotografiar la furia tenebrosa del cuadro social. La violencia psicológica que florece en la clandestinidad, entre chantajistas y oportunistas sin principios, que comercian con un modelo de libertad falsario y prostituido a la sombra de la ortodoxa y estajanovista legalidad del régimen, emerge en la película a través del rostro del abortista mafioso, mala bestia alimentada de los despojos morales de la legalidad comunista. La Rumanía que dibuja Mungiu es un país de sombras, en el que la amenaza parece sobrevolar en cada esquina cuando cae la noche entre siluetas de desconfianza, donde la luz del día saca al descubierto las cicatrices visibles de las viviendas decadentes de un país con ancla en el pasado, de una sociedad exhausta por efecto del látigo de la dictadura. Apuntes contextuales de proverbial sutileza cuya explícita discreción no hace sino fijar el foco, y cómo, en la intensidad irrespirable del drama.
Renuncia Mungiu al contraplano, para que los actores orbiten alrededor del espacio escénico y no a la inversa. Lo paradójico es que las tomas largas obligan a delimitar coreografías precisas. El resultado es, no obstante, el de una fotografía arrancada a la realidad sin permiso, el de un drama que se desliza entre silencios en carne viva de pared a pared del plano con una honestidad desarmante, buscando, y encontrando, los rincones vulnerables de los varios personajes y que su dolor y, lo que es mejor, al trauma latente del porvenir incierto que los contempla en la distancia, salpique y todo lo embarre.
Roberto Piorno

La historia de Amina

«El día que me bajaron a la plaza para ejecutarme había miles de personas que venían a ver aquello. Yo no podía hablar y decir que estaba embarazada. No paraban de insultarme, pero ni siquiera lloré porque iba a morir. Me tiré en el suelo. Y, de repente, me entró mucho miedo…»


LA HISTORIA Amina Al Tuhaif fue condenada a muerte en 2000, acusada de haber matado a su marido. Tenía 16 años. Estar embarazada la salvó de la primera lapidación y el presidente del Gobierno del Yemen, de la segunda. Pero nada la ha librado de las torturas, las vejaciones y diez años en la cárcel. En octubre salió de prisión, pero sigue viviendo encerrada y más asustada que nunca. Teme por su vida y por la de su hijo de cuatro años. No pueden salir de casa. Su única esperanza es poder abandonar el país. Ésta es la historia de Amina, contada por ella misma, que tuvo la desgracia de nacer en un lugar donde ser mujer ya es un delito. Yo nací en una pequeña aldea del Yemen llamada Hijarat Al Abbas, en la provincia de Al Mahawit. Vengo de una familia muy pobre. Creo que he sufrido siempre. Mi padre me casó cuando tenía diez años. Yo quería morirme, me negaba, pero mi padre me pegó y me dijo que ninguna hija de la aldea diría que no a su padre. Lloré mucho y dejé de comer, pero al final tuve que aceptarlo.Cuando me casé creo que mi marido, Hizam, tenía 25 años; yo sólo diez. Durante los dos primeros años logré no acostarme con él. Seguía jugando con los demás niños en la calle, pero mi marido me pegaba y me ridiculizaba ante ellos. Me hacía salir con el ganado y hacer las cosas de la casa. Cuando me quedé embarazada por primera vez, no sé cuántos años tenía. Creo que 13. Tuve una hija: Amani. Esa fue mi vida durante mis cuatro años de matrimonio. Y, después, un día, me acusaron del asesinato de mi marido. CRIMEN Y CASTIGOTodo el mundo en la aldea sabía que había un problema entre mi marido y Mohammed Ali Said Qaba’il. Se querían matar por cuestiones de dinero. Un día, mi marido, su padre y un amigo vinieron a casa y hablaron sobre Mohammed. Mi suegro me dijo que me fuera, pero oí que hablaban de hacerle algo a Mohammed. Al día siguiente le dije a mi marido lo que había oído la noche anterior. Me respondió que sólo estaban bromeando y que no dijera nada a nadie. Me prometió comprarme un vestido nuevo y portarse bien conmigo, pero... no cumplió su promesa. Dos días más tarde fui a ver al padre de Mohammed y le conté lo que había oído en casa. Me acuerdo que asesinaron a mi marido un día de ramadán. Aquella noche, él me dijo que dejara la puerta abierta porque hacía calor. Cuando fui a abrir, me encontré con Mohammed y otra persona. Entraron en casa y ahogaron a mi marido. Yo estaba con mi hija, que tenía poco más de un mes. La cogí en mis brazos. Quería gritar, pero uno de ellos me dijo que si lo hacía, me mataría. Me golpearon y me amenazaron si contaba algo. Yo veía a mi marido con los ojos abiertos, como si estuviera vivo. Luego lo cogieron y lo tiraron a un pozo. Más tarde vino su padre a casa y me preguntó por él. Yo le dije que se había ido a la mezquita. Le mentí. Tenía miedo. Pero lo buscaron por todo el pueblo, hasta que lo encontraron ahogado en el pozo. LA INVESTIGACIÓNAl principio yo tenía miedo y no me atrevía a hablar, pero después me sentí fuerte y le conté a la Policía que mi marido había sido asesinado. Permanecí en la comisaría tres días, pero estaba segura de que volvería a casa. Mohammed Ali Said Qaba’il era el asesino. Pero cuando se enteró de que yo lo había acusado, le dijo a la policía que él era mi amante y que yo había asesinado a Hizam. Me detuvieron. Cuando entré en la cárcel, sentía que me moría. Preferiría haberme muerto. Estaba embarazada de mi segunda hija. Sufrí todo tipo de torturas. Me quemaron. Al final les decía: «Escriban que yo he sido la asesina de mi marido». Si me hubieran obligado a decir que yo había matado a diez hombres, lo hubiera dicho. Tuve a mi segunda hija, Arham, en la cárcel. Me la quitaron nada más nacer y se la entregaron a la familia de mi marido. Murió en un accidente de coche a los 6 años. A ella no la veré nunca más. A Amani creo que tampoco. Pero me gustaría poder verla, abrazarla. Ojalá tenga una muñeca para jugar, ojalá no la obliguen a casarse, ojalá un día sepa la verdad sobre su madre.
LA CÁRCELMientras estuve en la prisión, me las arregle para escaparme en dos ocasiones. Me ayudó una chica que conocí dentro. Ahora, ella está muerta. Nos fugamos de madrugada y nos escondimos en casa de un conocido. Los militares comenzaron una búsqueda por todas las casas y, finalmente, nos encontraron y nos enviaron de nuevo a la cárcel. En la segunda ocasión, me ayudó un oficial. Me prometió que me protegería si me casaba con él. [Amina no tiene ningún documento que pruebe su segundo matrimonio. Se cree que fue violada por un carcelero en la prisión. Todavía mantiene cargos por adulterio]. Me dejó embarazada. Mi padre se enteró de que me había escapado y fue a buscarme con mi tío y mis primos. Cuando me encontraron, me entregaron en la comisaría de Al Mahawit. De allí, me trasladaron a la prisión central de Sanaa. Estaba embarazada de tres semanas. Después de tres semanas en la cárcel me condenaron a pena de muerte. Tenía 16 años. El día que me bajaron a la plaza para ejecutarme, estaríamos a mediados del mes de ramadán. En la plaza había miles de personas, curiosos de todas partes que venían a ver mi ejecución. Yo no podía hablar ni decir que estaba embarazada. Los familiares de mi primer marido no paraban de insultarme. Ni siquiera lloré porque iba a morir. Me tumbé en la plaza. De repente, me entró mucho miedo y grité. Me levanté y le pregunté al juez si podía hablar con él. El juez aceptó. Le dije que estaba embarazada. Me mandaron al hospital para averiguar si era cierto. Las pruebas mostraron que estaba en estado de siete semanas. El fiscal insistió en que la pena tenía que llevarse a cabo porque el feto no se había conformado todavía, pero el presidente del Gobierno ordenó parar la ejecución. Unos meses después de dar a luz a mi hijo Nassar, me condenaron de nuevo a pena de muerte. En la primera condena no estaba tan preocupada, estaba sola. Pensaba que así lo había decidido Dios. En la segunda, por mi hijo, no paraba de llorar. Me preguntaba dónde iría a parar mi hijo, ¿con quién se iba a quedar?, pensaba que iba a tener una vida desgraciada. UNA APARENTE LIBERTADNunca pensé que iba a salir de la cárcel. Ya han pasado diez años. El día que me dijeron que iba a salir no me lo creía. Sentí que volvía a nacer. Pero me he dado cuenta de que no hay ninguna diferencia entre la vida que llevaba antes y la que llevo ahora. Tengo miedo de la familia de mi ex marido. El presidente les ha ofrecido una indemnización de cincuenta mil dólares como `dinero de sangre´, pero no la han aceptado. Estoy preocupada por mi hijo. No me atrevo ni a dejarle jugar en la calle por miedo a que le pase algo. Nunca he sabido lo que es la felicidad. Ahora sólo me queda esperar que algún día pueda empezar una nueva vida lejos de aquí con mi hijo. Eso debe de ser la felicidad, ¿no?
Fátima Ovejero

Francia recuerda a Simone de Beauvoir en el centenario de su nacimiento

Por cortesía de MMP
MARÍA LUISA GASPAR (EFE)
PARÍS.- Un coloquio internacional, el estreno de varios documentales, nuevas biografías y reediciones diversas celebran este mes de enero el centenario del nacimiento Simone de Beauvoir, la admirada y denostada autora del 'Segundo sexo', atípica compañera del filósofo Jean-Paul Sarte.
Los especialistas de su obra y de su persona se darán cita en París a partir del día 9, justo cien años después del nacimiento de Simone Lucie-Ernestine-Marie-Bertrand de Beauvoir, icono todavía vigente del feminismo mundial para algunas mujeres y pensadores, figura, también, ampliamente criticada.
Organizado por la psicoanalista y escritora Julia Kristeva en la Universidad París-Diderot, el coloquio reunirá durante tres jornadas de trabajo a intelectuales y biógrafos de diferentes países, entre ellos Claude Lanzmann, Danièle Sallenave, Deirdre Bari y Hazel Rowely.
No está, pues, todo dicho ni descubierto sobre esta intelectual que marcó la vida de miles de mujeres en todo el mundo al defender desde mediados del siglo XX que "no se nace mujer, sino que una se vuelve", porque "el conjunto de la civilización" elabora ese producto "intermediario entre el macho y el castrado que calificamos de femenino".
Adorada y denostada
Fue también la "dama de hierro sartrienne", como le llaman algunos detractores, quien defendió el trabajo como la "única manera que garantiza a la mujer una libertad concreta", pues gracias a él la mujer puede franquear "en gran parte la distancia que le separa del hombre".
Momentos de lucidez como los revelados en estos y otros escritos suyos contrastan, sin embargo, con algunos episodios de su vida y con el contenido de una obra epistolar -su obra maestra, según su colega Philippe Sollers- reveladores de una increíble capacidad de sumisión.
Si intelectuales, realizadores y escritores se volcaron en el recordatorio del nacimiento de esta polémica figura nacional, la prensa tampoco dejó pasar el aniversario, para evocar sus actividades y escritos desde el mejor ángulo, como el diario 'Liberation', o de manera rotundamente crítica, como el semanario 'Le Nouvel Observatoire'.
Ambos medios la muestran sin su eterno turbante, el rotativo con a una fotografía de la célebre feminista bisexual tomada en 1947; el semanario con su última portada ilustrada con su cuerpo desnudo, de espaldas, en casa de un amigo de su amante estadounidense Nelson Algren, captado a principios de la década de los años 50, en Chicago (EEUU), por el fotógrafo Art Shay.
Detrás de esta imagen poco conocida, 'Le Nouvel Observatoire' desmitifica la figura de Simone de Beauvoir y entre otros aspectos de su existencia poco atractivos recalca el nulo compromiso tanto suyo como de Sartre en favor de la Resistencia contra la ocupación alemana.
"El Frente Popular, la Guerra de España" tampoco les interesan, "su gran asunto es la filosofía y la escritura, y ellos mismos, por supuesto", insiste el semanario, que recuerda la inactividad resistente de la pareja, considerada, sin embargo, durante décadas, como símbolo de la lucha por la libertad en todo el mundo.
Tampoco se salva en este centenario la memoria de Simone de Beauvoir de que se recuerde la extrema gelidez con la que empezó a defender ya en la década de los 60 causas perdidas, como la de la liberación argelina, en particular de las mujeres argelinas maltratadas por el ejército francés.
El testigo es aquí de peso, pues se trata de la intachable abogada, feminista y política de origen tunecino Gisèle Halimi, que fundó con De Beauvoir el movimiento feminista Choisir (Elegir) y con quien defendió, entre otros, el derecho al aborto.
Poco importa, lo fundamental es la obra, mantienen algunos autores, para quienes lo de menos es también la agitada vida amorosa de Simone de Beauvoir, quien en 1943 fue expulsada de la Educación Nacional tras ser denunciada por la madre de una de las numerosas alumnas a las que sedujo desde su cátedra.
En cualquier caso, la precoz e inteligentísima Simone de Beauvoir, será siempre una mujer que intentó romper, con mayor o menor éxito, el molde social de la burguesía desheredada en la que nació, por lo que es todavía hoy "vaca sagrada" y fuente de inspiración de ciertos feminismos.
No de todos, pues algunas camaradas de lucha critican el "pensamiento liberal-libertino" de la "grand sartreuse", así como la rudeza de su discurso contra la maternidad, y, curiosamente, contra las lesbianas, además de temer que su objetivo fuese hacer de la mujer "un hombre como cualquier otro".

la solución no es compartir la colada

SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ 23/11/2007
El colectivo femenino puede ser mucho más fuerte si toma conciencia de que no se trata de compartir la colada, sino de compartir el poder y que éste se halla en los entornos financieros. No parece fácil que esa conciencia se abra paso y que las mujeres consigan instalarse en el mundo de la alta dirección, que es donde se mueve realmente el dinero. En España es un grupo muy minoritario (aproximadamente un 4% del total) y el hecho de ser tan reducido hace que, además, esas mujeres sean vistas como símbolos y no como personas, con todos sus pasos observados y extrapolados al colectivo, lo que provoca todavía más presión y soledad.


Éstas son algunas de las conclusiones de un reciente estudio publicado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y titulado Mujeres directivas: transición hacia la alta dirección. El trabajo, de tipo cualitativo, ha sido dirigido por Alicia E. Kaufmann y recoge observaciones llamativas. Por ejemplo, que las mujeres tienen una notable falta de ambición económica. Hombres y mujeres difieren mucho respecto a la importancia de la "seguridad material", nada menos que diez puntos de separación (38,3% frente a 28,4%) a la hora valorar lo económico como factor de felicidad. Clara Coria, que ha realizado varios trabajos sobre El sexo oculto del dinero, considera que en muchas ocasiones la mujer que accede a un trabajo remunerado "no se siente con derecho a poseerlo".
El estudio de Kaufmann insiste bastante en este análisis y lo relaciona con otras encuestas. Por ejemplo, cuando se pregunta a los españoles cuáles son sus fantasías relacionadas con la felicidad, ser rico es citada por el 46,2% de los hombres, mientras que entre las mujeres no llega al 38%.
En las únicas cosas que coinciden realmente hombres y mujeres es en la infelicidad que produce la falta de dinero (la angustia por no poder satisfacer lo básico no hace diferencias de género) y en la alegría que produce viajar (55% de los hombres y 57% de las mujeres). Significativo resulta también que las mujeres fantaseen mucho más con la felicidad que supone ser inteligente (35%) que los hombres (29%). Sin duda, porque ellas se consideran menos dotadas que ellos.
En definitiva, todos los trabajos señalan lo mismo: mientras que para los hombres tener poder e influencia, tener dinero, es muy importante, para las mujeres esa dimensión es muy inferior. "La mayoría de las mujeres piensa en sus salarios en relación con lo que necesitan, en lugar de pensar lo que vale ese trabajo en relación a su calidad o esfuerzo invertido", advierte Mujeres directivas.
La realidad es que existe una notable diferencia entre la propensión a pedir de unas y de otros y que eso tiene consecuencias en los salarios. "Las mujeres no piden, piden menos y consiguen menos". Para colmo, "los directivos de las empresas suelen respetar más a los candidatos que presionan para que se les pague más, así que al no pedir aumento de sueldo, las mujeres no sólo sacrifican ingresos adicionales sino que pierden también el respeto y la consideración de sus jefes".
El estudio recoge un caso analizado en una universidad norteamericana: profesores del mismo estatus académico, hombre y mujer, recibieron una oferta de trabajo. "Poco después de ser contratados, el gerente se percató de que el sueldo del hombre era mayor que el de la mujer. Al investigar supo que a ambos se les ofreció el mismo sueldo inicial, pero que el hombre negoció para cobrar más y la mujer aceptó lo que se le había ofrecido". Por supuesto, el gerente no hizo nada para remediar esa situación.
Una consecuencia de esa falta de costumbre de pedir es que las mujeres tampoco tienen muchas habilidades para negociar y eso es un problema real para acceder a altos cargos de dirección. Como lo es también el poco hábito de frecuentar espacios sociales donde se consolidan redes y se cierran tratos. Los investigadores observan que las mujeres no tienen el hábito de recomendar profesionalmente a otras mujeres y que poseen pocos espacios para la creación de redes, recomendaciones y derivaciones profesionales. "Cuando sucede", explica Alicia Kaufmann, "este hecho es fuertemente criticado por los hombres".
Por supuesto, los principales problemas para la promoción de las mujeres a altos cargos de dirección siguen siendo su sentimiento de culpa por no cumplir todas las expectativas, las demandas sociales, siempre muy elevadas respecto a las de los hombres, y las cuestiones relacionadas con la maternidad. Afortunadamente ya existen mujeres directivas dispuestas a enfrentarse con esos problemas. El estudio analiza el testimonio de una entrevistada que relata lo siguiente: "Estaba en un proceso de selección con unos clientes. Fue precisamente ella (la responsable de una empresa) la que preguntó: 'Si los niños se ponen enfermos, ¿qué piensas hacer'. Yo le dije: yo a ti ahora mismo te estampaba contra la pared".
solg@elpais.es

Camille Claudel

Camille Claudel es, sin duda, un personaje fascinante y una artista de excelente calidad. Su trágico destino como alumna y amante de Rodin la ha convertido en una auténtica leyenda, en la imagen de una mujer víctima de un maestro despótico, de una familia ingrata y de una sociedad cerrada y misógina.
Su atormentada existencia no esconde, sin embargo, la calidad de su producción y la extraordinaria modernidad de sus obras. Camille Claudel revolucionó, junto a su maestro Rodin, la expresión escultórica de su tiempo. Fue una de las pocas mujeres artistas de ese momento que tuvo acceso a modelos desnudos. Su exquisita habilidad técnica le permitió zafarse del academicismo para dotar a sus figuras de emoción y vitalidad. Sus primeras obras llevan el sello indiscutible de Rodin, pero, en las piezas consagradas de este artista, también advertimos claramente la influencia de Camille. Cuentan, sin embargo, que Rodin temía que Camille le hiciese sombra y nunca la ayudó a salir adelante. El otro gran hombre en la vida de Camille, su hermano Paul Claudel, no pudo soportar la relación de ésta con su maestro, y se alejó de ella para siempre: "Todos esos maravillosos dones que la naturaleza le había otorgado no han servido más que para traerle la desgracia", decía su hermano.
Sola y sin recursos, Camille se sumió en una crisis depresiva y empezó a destruir sistemáticamente todas sus obras. En 1913, su familia la encierra en el sanatorio psiquiátrico de Montdevergues, de dónde no saldrá jamás. Gracias a unos documentos encontrados recientemente, sabemos que a su ingreso se le diagnosticó "una sistemática manía persecutoria", acompañada de "delirios de grandeza", por los que se creía víctima de "los ataques criminales de un famoso escultor".
Lúcida y desesperada, Camille escribió numerosas cartas durante su encierro, exigiendo a gritos que la liberaran. Nunca salió de allí. Murió 30 años después.

En voz alta. Hiperión

Más memoria histórica
RUTH TOLEDANO 19/10/2007 El País
Bajo la desatenta mirada de los viejos próceres del saber que duermen el sueño de los injustos en los lienzos que adornan su salón de actos, se presentó el miércoles en el Ateneo la antología poética En voz alta. María, Julia, Aurora, Angelina, María de los Reyes, María Elvira, Pino, Cristina, Dionisia, Francisca, Elena, María Victoria, María Teresa, Carmen, Pilar, Ana María, Rosaura, Ana María, Blanca, Clara, Elsa, Paloma, María Victoria, Juana, Pureza, Rosa, María Cinta, Noni, Ana María, Cecilia, Fanny, Rosa, Amparo. ¿Qué se diría que tienen en común estos 33 nombres? Que son nombres de mujer. Correcto. ¿Algo más? Que son poetas de las generaciones de los cincuenta y los setenta. ¿Ah, sí; quién lo diría? La antóloga y autora del profuso y acertado estudio preliminar, Sharon Keefe Ugalde. La profesora en la Texas State University que ha elevado la voz baja de los nombres de pila con los apellidos que completan su voz: Beneyto, Uceda, Albornoz, Gatell, Fuentes, Lacaci, Betancor, Lacasa, García, Aguirre, Andrés, Atencia, Cervantes, González Mas, Paz Pasamar, Fagundo, Álvarez, Navales, Sarásua, Janés, López, Palao, Reyzábal, Castro, Canelo, Díaz, Montagut, Benegas, Moix, Domínguez Luis, Rubio, Romojaro y Amorós. Es un acto de justicia esta tediosa relación de nombres y apellidos. Alguna vez tenía que ser y así se escribe la historia. ¿Qué era, si no, hasta hoy la generación poética de los cincuenta? José Ángel, Claudio, Antonio, Ángel, José Agustín, Jaime, Francisco, José Manuel. Pero bien alto; o sea, Valente, Rodríguez, Gamoneda, González, Goytisolo, Gil de Biedma, Brines, Caballero Bonald. Ah, sí. Y otros tantos, que para no aburrir nos ahorraremos (con perdón de Leopoldo María Panero -por poner de muestra un botón-) los de la generación de los setenta, aquellos que se antologaron como novísimos y entre los que sólo aparecía una mujer. Así se escribe la historia, con nombres y apellidos, o no.
Miguel Losada, incombustible agitador de polvorientas conciencias, destacó la importancia de que el acto se celebrara precisamente allí, en el Ateneo de la calle del Prado por cuya puerta principal ya entraron una ilustrada Pardo Bazán, ateneísta ilustre, o una Clara Campoamor que peleó con los señores de óleo por su voto y su voz de carne y hueso. Que antes no, recordó Losada: al viejo Ateneo de la calle de la Montera las mujeres no entraban por la puerta principal. Si es que entraban: ellas tenían vetada la asistencia a ciertos debates. Eso en el XIX. En el XX, las susodichas historias de la poesía española. Y así. Hasta que llega Jesús Munárriz (que al Ateneo llegó corriendo pero llegó) con su editorial Hiperión. Y publica en 1985, de la mano de Ramón Buenaventura, una antología de la joven poesía española escrita por mujeres: Las diosas blancas. Fue emblemática, claro. Y discutida, más claro aún. Pero la máquina de la memoria histórica había empezado a funcionar. Era de ley. Así que unos años después, en 1998, llegó la siguiente antología, Ellas tienen la palabra. Esta vez no ya de la mano sino del abrazo de Noni Benegas. Recogía la poesía escrita por mujeres nacidas a partir del 50. Y ya iban dos. Resulta que existían mujeres poetas, ya ves tú, qué despiste tan grande el de todos los antólogos que aquí habían sido. Para hacerles un retrato al óleo.
El caso es que cuando la máquina de la memoria se pone a funcionar hay que dar marcha atrás y reescribir la historia oculta y falseada. Es de rigor. Por eso Hiperión publica ahora En voz alta; por eso sigue una cronología inversa a la antología anterior, y por eso el punto de vista aplicado es de género, de lógica feminista. Viene de la mano de Sharon Keefe Ugalde y bajo la sombra luminosa del impulso, una vez más, de Noni Benegas, gran poeta del siglo XXI. Para completar el panorama de la poesía española del siglo XX. Para devolver a las poetas el sitio que les ha sido hurtado en las páginas escritas por el machismo. Para recompensar a las ninguneadas restituyéndoles sus nombres y apellidos. En reivindicación de las voces silenciadas. En memoria de las ausentes. Para que la vida y la obra de las mujeres no quede enterrada en las cunetas de la historia, amontonada y desconocida en la fosa común del desprecio y la ignorancia. El editor Munárriz aludió a cierta prensa que ha criticado con argumentos supuestamente cualitativos esta línea de recuperación cuantitativa. Parece que a esos críticos les parecían muchas. Pero lo cierto es que la historia machista está repleta de mediocres. Y ahí están. Y algunos son malos de cojones. Aquí ya no me caben sus nombres.

La tradición sienta mal a las mujeres

Soledad Gallego-Díaz, periodista de EL PAIS, reflexiona sobre cómo las tradiciones y costumbres afectan de manera diferente a hombres y mujeres.
Garantizar a las mujeres la igualdad con los hombres en los asuntos de la vida es contrario a la tradición, a los precedentes e, incluso, a siglos de educación. Lo dijo la sufragista norteamericana Susan B. Anthony a finales del XIX y tenía mucha razón al advertir a las mujeres de que las tradiciones, especialmente las culturales, suelen ser muy malas para nuestra salud. Quizás para los hombres la tradición resida en levantar piedras. Para las mujeres, es seguro que consiste en que nos las tiren a la cabeza. Las doctrinas o costumbres conservadas en un pueblo por transmisión de padres a hijos, como lo define la Real Academia, suelen acarrear sumisión, maltrato e ignorancia. Para los hombres, en parte. Y para las mujeres, en todo. La aceptación de la idea de igual trato para hombres y mujeres no procede de la tradición, sino del concepto de justicia. Y no es mala idea que las mujeres lo tengamos siempre presente.Se comprende mal por qué han salido tantas voces en este país en defensa del derecho de los padres a enviar a sus hijas a la escuela pública con un pañuelo o velo en cabeza, con el argumento de que es una prenda que responde a una tradición cultural. Qué manía con cargar sobre la cabeza de las mujeres (física y simbólicamente) las tradiciones culturales y las señas de identidad de los diferentes grupos que existen en el mundo. Basta con ver las fotos en las que aparecen los padres y hermanos de las niñas para darse cuenta de que para afirmar su identidad o su religión, ellos no necesitan dejarse crecer la barba o vestir chilaba. Lo hacen perfectamente con una chaqueta de ante y pantalones vaqueros.Hay también quienes argumentan que el derecho de esas niñas a recibir educación debe estar por encima de todo. Es fácil compartir ese criterio, pero quizás habría que darle algunas vueltas. ¿Lo que decae es el derecho de las niñas a la educación o el de sus padres a enviarlas al colegio público con el velo? Incluso ese derecho de los padres, que también suena muy razonable, cuando se examina de cerca resulta que ya tiene claras excepciones en nuestra propia sociedad. Por ejemplo, no se permite que unos padres naturistas envíen al colegio a su hijo desnudo. Por ejemplo, no se permite a los niños y adolescentes entrar en las aulas públicas con ostentosos símbolos racistas o nazis. Es verdad que el pañuelo o velo en la cabeza de las niñas no provoca la misma ofensa en quienes lo ven que el desnudo o los símbolos racistas y que, desde luego, no se puede alegar para prohibirlo que estén suscitando problemas de orden público, como, sin duda, se esgrimiría en los otros dos ejemplos planteados.Todo eso es cierto, pero también que nuestra sociedad tiene una curiosa tendencia a considerar que este tipo de hechos, que afectan a las mujeres, son más o menos intrascendentes y que lo que conviene es ignorarlos lo más posible. La realidad es que, según UGT, sólo en Madrid ya hay más de 80 colegios públicos en los que niñas y adolescentes musulmanas acuden con el pañuelo o velo, cuando hasta hace poco eso era algo verdaderamente excepcional. ¿Por qué? ¿Quizás porque las familias inmigrantes sucumben a las presiones de los clérigos, de los vecinos chismosos, de toda esa ralea miserable y represora que tan bien conoció la propia sociedad española en los años cuarenta y cincuenta? ¿Por qué permitimos que sucumban ellos ahora sin encontrar el menor apoyo ni la menor repulsa en la sociedad que les rodea? Cierto que por ahora no existe una ley que impida que las niñas vayan a la escuela pública con velo. Pero, ¿no deberíamos buscar, con inteligencia, una manera de ofrecer mayor resistencia, incluso legal? ¿Una forma de animar a las mujeres musulmanas que viven en nuestro país a combatir las tradiciones que fomentan la desigualdad?Es verdad que existen mujeres musulmanas adultas que afirman llevar el velo por propia voluntad. Nadie propone arrancárselo. Faltaría más. Nadie quiere ofender a Saida Benchallal, la joven estudiante, de 19 años, que escribió en este mismo periódico que, tras meses de reflexión, había decidido, por propia voluntad, ponerse el hiyab, "para completar su fe". Simplemente, recuerdo la cantidad de tonterías que hice a los 19 años, sin por eso tener razón. solg@elpais.es

Doris Lessing, "encantada pero no sorprendida" con el Premio Nobel de Literatura

By Katarina
La escritora británica se alza con el galardón por su capacidad para retratar la "épica de la experiencia femenina"
BRENDA OTERO / ELPAIS.com - Londres / Madrid - 11/10/2007

"Me acabo de enterar ahora mismo. Había llevado a mi hijo al hospital y no me enteré hasta que vi a los fotógrafos. Al principio pensé que estaban grabando en la calle algún culebrón", ha confesado a este periódico Doris Lessing, escritora británica de origen iraní, poco después de saberse que se había alzado con el Premio Nobel de Literatura 2007. Vestida con falda vaquera y chaleco guateado y un vaso de agua en la mano, la escritora británica ha salido a recibir a la prensa y curiosos en la puerta de su casa en West Hampstead, al noroeste de Londres. "Estoy encantada. Pero no sorprendida. Llevo escuchándolo unos 40 años y no te puedes sorprender año tras año", ha dicho en referencia a las veces que había sido nombrada como potencial ganadora.
"Soy intolerante con las ideologías"
El más dulce de los sueños
La excelencia de antaño
"El movimiento de liberación de la mujer no habría sido lo mismo sin ella”

Con una vitalidad extraordinaria para sus 87 años, la novelista ha tenido tiempo de regañar a la prensa y mantener su fama de mujer sin pelos en la lengua. "¿Cómo voy a estar celebrando con champán? No me ha dado ni tiempo a comprarlo. Ustedes, en lugar de venir aquí y hacer tantas preguntas, deberían haber traído una botella. A cierto punto, tendré que ponerme a brindar", ha contestado cuando se le ha preguntado cómo estaba celebrando su premio. Lessing ha revelado que "un mensajero" relacionado con los Nobel la avisó de que nunca ganaría el premio: "Me dijo que no les gustaba y que nunca lo conseguiría. Deben haber cambiado de opinión". "Yo creo que me lo han dado porque ya estoy muy mayor", ha subrayado refiriéndose a los organizadores del premio.
Nacida en 1919 en Kermanshah, Persia (actual Irán), es conocida por El cuaderno dorado (1962), obra cumbre de la literatura feminista y de la narrativa fragmentaria postmoderna. "He ganado muchos premios, en toda Europa", ha confesado, pero "éste es el premio más glamouroso, porque todo el mundo lo conoce, pero esto no quiere decir que sea el mejor". En el anuncio del galardón, la Academia Sueca ha descrito a Lessing como la autora capaz de retratar "la épica de la experiencia femenina", al tiempo que ha destacado el "escepticismo y fuerza visionaria con la que ha examinado una civilización dividada".
"No se a lo que se refieren con eso, los hombres y las mujeres no son tan diferentes", ha dicho ceñuda. Para Lessing, lo que más ilusión le ha hecho de haber ganado el Nobel es que Gabriel García Márquez la hubiese telefoneado personalmente para felicitarla. "Para mi es algo maravilloso, porque se trata de un escritor magnífico al que admiro profundamente", ha revelado con una enorme sonrisa. Acto seguido, ha entrado en su casa para seguir recibiendo llamadas, sin olvidarse de despedirse haciendo un brindis alzando su vaso de agua. "Es ginebra", ha bromeado.
Nacida Doris May Taylor, creció en el seno familiar de un antiguo oficial del ejército británico que sirvió durante la I Guerra Mundial y una enfermera. En 1925 la familia se trasladó al sur de Rhodesia (actual Zimbabue). Lessing contó aquellos años de infancia en una granja en la primera parte de su autobiografía, Bajo mi piel (1994). Tras asistir a una escuela de chicas en Salisbury (Reino Unido), Lessing abandonó la escuela a los 14 años y empezó a trabajar en diversos empleos, desde niñera, telefonista, oficinista estenógrafa y periodista, e incluso publicó relatos breves.
En 1939 se casó con Frank Charles Wisdom, con quien tuvo un hijo, John, y una hija, Jean. Se divorciaron en 1943. Dos años después se casó con Gottfried Lessing, un inmigrante judío-alemán a quien había conocido en un grupo marxista comprometido con la cuestión racial. Poco después se relación con el partido laborista de Rhodesia. Tras tener un hijo con Lessing, Peter, la pareja se divorció en 1949. Fue entonces cuando la novelista se trasladó con su hijo a Londres, donde fijó su carrera como escritora. Lessing militó en el Partido Comunista Británico entre 1952 y 1956, y participó en las campañas contra las armas nucleares. Su crítica al régimen surafricano le costó la prohibición de entrar al país entre 1956 y 1995. Tras una breve visita a Rhodesia en 1956, también se le vetó la entrada en este país por la misma razón. Durante los últimos 25 años, Lessing ha vivido en la misma calle de pintorescas casas de ladrillo. Y siempre ha tomado parte activa en la vida del barrio.
En ocasiones se sienta a escribir en uno de los cafés de la zona, donde ambientó uno de sus cuentos de su obra London Observed, ha colaborado con la biblioteca y es cliente de West End Lane Books, la librería del barrio. "Es una mujer con mucho carisma. En ocasiones venía a leer a la librería, que se llenaba hasta los topes. Y también formaba parte de un club literario: hasta comentó con los otros miembros fragmentos de El Cuaderno Dorado", explica Jane May, empleada de la librería. En West End Lana Books también encarga la escritora sus lecturas y aunque en el establecimiento son reticentes a desvelar los títulos de sus lecturas para mantener la intimidad de su cliente, sí confirman que Lessing "lee mucho y muy variado. Es muy prolífica en sus lecturas y siempre está a la última. Lee obras de nuevos escritores europeos y gran cantidad de libros de no ficción".
Frida Kitchen, una de las vecinas que vive en la zona desde hace 30 años, se ha acercado a la casa de la escritora para dejarle personalmente en el buzón una tarjeta de felicitación: "Me alegro mucho por ella. Se lo merece. Es una dama excelente, y trabaja muy duro". En cambio, su vecina adolescente de la casa contigua, Chei Auguste, no se había enterado de la noticia. "¿Qué mi vecina Doris ha ganado qué? ¿Y qué premio es ese?, ha dicho sorprendida al salir a la calle. "Es una mujer encantadora, pero muy callada. Cada Navidades nos manda una felicitación. Tiene varios gatos y la veo cada mañana en el jardín dando de comer a los pájaros".
La obra de Lessing es amplia y aborda una gran variedad de asuntos, desde la cuestión de la identidad en culturas ajenas o la definición de salud mental y locura. Su escritura ha basculado entre la crítica social de sus primeros textos, considerados comunistas, como The grass is singing, las investigaciones psicológicas, como El cuaderno dorado, y la incursión en la ciencia ficción, como en la serie Canopus.

Mujer y asturiana. No se puede ser más.

By Sonia PT

La asturiana Olvido García Valdés gana el Premio Nacional de Poesía El jurado considera su obra 'Y todos estábamos vivos' como el mejor poemario de 2006 EFE - Madrid - 09/10/2007

La poetisa asturiana Olvido García Valdés, de 56 años, ha sido galardonada hoy con el Premio Nacional de Poesía, otorgado por el Ministerio de Cultura, con su poemario Y todos estábamos vivos.
Este premio, dotado con 15.000 euros, se concede a la mejor obra de poesía publicada en 2006 en español o en algunas de las otras lenguas cooficiales que se hablan en España.
El jurado ha estado presidido por el director general del Libro, Rogelio Blanco, y han formado parte de él Andrés Sorel, Luis García Jambrina, Jon Kortazar, David Jou, Xoxé Luis Axeitos, Juana Vázquez, Juana Castro, Francisca Aguirre y José Manuel Caballero Bonald, ganador del Nacional de Poesía en la edición anterior.
García Valdés (Santianes de Pravia, 2 de diciembre de 1956), es licenciada en Filología Románica y en Filosofía, y ha publicado los libros de poesía El tercer jardín (1986); Exposición (1990), que obtuvo el Premio Ícaro de Literatura; Ella, los pájaros (1994), Premio Leonor de Poesía; Caza nocturna (1997) y Del ojo al hueso (2001).
Colaboradora de diversas revistas y suplementos literarios, sus poemas han sido recogidos por varias antologías, entre las que figuran La prueba del nueve (1994) y Ellas tienen la palabra (1997). Y todos estábamos vivos, la obra por la que ha recibido hoy el Premio Nacional de Poesía, fue publicada el pasado año por la editorial Tusquets.

No es fe, sino doma

04 de Octubre de 2007 Cristina Fallarás
No hay religión bajo el pañuelo que lleva la niña al colegio. Lo que hay es la caspa del machismo eterno.
Hay mujeres a las que enseñan a taparse, y les hacen creer que es una seña de identidad; a las que enseñan a callarse, y les hacen creer que es un rasgo cultural; a las que enseñan a abrirse de piernas, y les dicen que es un sacrificio patrio o religioso; a las que, en fin, amputan, y les obligan a permanecer calladas.
Las religiones no me conmueven, ninguna. Si acaso me ha interesado más la que ha empapado mi vida y mi entorno, por razones obvias. Pero tampoco cargaré contra ningún sentimiento religioso (otra cosa son las iglesias: mafia y secta). Sin embargo, no es religión lo que cubre con pañuelos o mantos a esas mujeres. Es machismo, y hasta ahí podíamos llegar.
Al negarnos a admitir a las niñas y mujeres cubiertas en los centros de enseñanza, no vulneramos unas costumbres, la tradición de un pueblo al que acogemos, sino que defendemos unas libertades que aquí ha costado sangre conseguir. No hay libertad en el tocado de la niña en la escuela, sino doma, adiestramiento y silencio impuestos masculinamente.
Esos paños me espantan. No hablan de fe, sino de sometimiento.
Demasiados años hasta que aquí hemos conseguido enseñar el ombligo -y si fuera necesario el culo- cuando y donde nos da la gana, y vestirnos como la madre de todas las fulanas, si nos place, y echarnos a la noche. Demasiados, para que ahora nos vengan con monsergas.
cfallaras@adn.es

Zaha Hadid

ZAHA HADID: «La arquitectura actual no respeta a los visionarios»
Es iraquí y la única mujer que ha conseguido el premio Pritzker. Todo un símbolo, tan radical y atractivo como los edificios que construye por todo el mundo. La entrevistamos en su residencia de Londres, entre los mil y un viajes que realiza para supervisar sus proyectos, ocho de los cuales están en España.
Nacida en Irak hace 56 años, pero estudiante en Beirut, Suiza y Londres, donde vive desde hace 30, Zaha Hadid es una mujer refinadísima; con prestancia de princesa árabe. Muy iraquí en su fuerza y lacónicamente inglesa, prefiere hablar de energía, como le sucedía a su maestro, el arquitecto Rem Koolhaas. Como él, ella retomó pautas de los constructivistas rusos para desarrollar una obra llena de utopía y experimentalismo.

Que a la del pelo rojo, no le toquen un pelo

Viene en el número de Tiempo de esta semana (junto al primer DVD de Los gozos y las sombras) un artículo de Marisa Perales sobre las caras conocidas de RTVE que tienen 54 años o más. O sea, el presunto target para prejubilar. Porque, claro, no va a haber despidos, según dicen los que saben. Los agraciados con foto son José Antonio Maldonado, Carmen Enríquez, Mari Carmen Izquierdo, José Ángel de la Casa, Antonio Gasset, Baltasar Magro, Pedro Erquicia, Isabel Tenaille, Julio César Iglesias, Cristina García Ramos, Julio de Benito, Sebastián Álvaro, Ángel Gómez Fuentes, Agustín Remesal y Rosa María Calaf.
En la página siguiente a la doble con los posibles damnificados, una entrevista con Carmen Caffarel. Una pollita, no te digo. Dice que "el corte de edad vendrá marcado por la negociación. No hay decisiones absolutas a priori". Bueno, vale y, además, estamos a la espera de las negociaciones de los Supertacañones (la SEPI). RTVE es un ente no sólo público sino más complejo que el guión de Motivos Personales en chino antiguo. Así que no entraré en detalles que por otro lado desconozco, ¿pero por qué no se desprenden de los inútiles independientemente de la edad que tengan? Sin menospreciar a los demás, oigo el nombre de Rosa María Calaf como posible prejubilada y me dan escalofríos. No voy a decir que echen a quien controla la información de la web, donde en lo referente a la Calaf dice que su corresponsalía incluye China, cuando todo el mundo sabe que desde que Viçent San Clemente está en Pekín a ella se le quitó esa responsabilidad, que ya tiene bastante, pero digo yo que podían solventar ese error. Vamos a soltar tópicos. La Calaf es como diría Urdaci, una periodista de raza (de qué raza no lo sé, pero de una extraordinaria). Alguien que ha demostrado lo buena que es durante tantos años y que sigue haciéndolo en esa corresponsalía inabarcable de Asia-Pacífico. Alguien que sabe que la información se ha convertido en un espectáculo televisivo pero que sigue manejándola como cuando no lo era. Alguien que ha visto cómo los minutos en los telediarios para las crónicas han ido menguando estúpidamente. Una de esas poderosas razones por las que seguir viendo los informativos de TVE. Tendrían que ser tarugos para intentar desprenderse de ella sólo por su edad.

Ellas. Rosa Montero.

EL PAÍS - Última - 24-10-2006
Un amigo me envió hace poco una pequeña noticia que él había encontrado en la página web de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). Estaba dentro de un documento sobre África y era una menudencia, apenas dos líneas modestísimas. Traducidas del inglés, decían así: "Las mujeres -no los camiones, no los trenes, no los aviones- acarrean dos tercios de todas las mercancías que se transportan en el África rural". Mi amigo se quedó impactado. Y yo también.Es una información que enciende inmediatamente en mi cabeza una catarata de imágenes: cientos de miles de mujeres, de ancianas y de niñas atravesando en todas las direcciones el continente, paso a paso, cimbreándose bajo pesadas cargas. Y además llevando algún niño atado a las espaldas. Para que luego digan (porque aún se sigue utilizando esa necedad) que somos el sexo débil... Y lo más grandioso es que, biológicamente, es cierto que los hombres poseen, por lo general, más vigor físico que las mujeres. Pero la verdadera fortaleza es otra cosa: está hecha de tenacidad, de aguante, de entrega, de perseverancia. Porque para llegar a China basta con dar un paso detrás de otro y no parar. Estas mujeres fuertes, humildes y asombrosas son la espina vertebral de África. Ellas son quienes sostienen el hogar, quienes cuidan de los niños y los enfermos, quienes gestionan la economía familiar. Todos los expertos en desarrollo, empezando por el gran Muhammad Yunus, el inventor de los microcréditos, flamante premio Nobel de la Paz (¿y por qué no le han dado el de Economía?), saben que las mujeres de los países pobres, y desde luego las africanas, sacan mejor partido a las ayudas económicas, que son más eficaces, más laboriosas y fiables.
Mujeres bueyes, mujeres mulas de carga, resistentes, calladas, austeras y heroicas. Muchas de ellas, millones, con el clítoris mutilado. Míralas ahí, en tu imaginación, pululando por el mapa africano, afanosas como hormigas, cada una con su carga en la cabeza. Qué infinidad de pequeños esfuerzos, cuantísimas fatigas hay que aguantar para llegar a acarrear dos tercios de las mercancías. Son la esperanza del futuro, el motor del mundo.

Las mujeres de la Bauhaus


Junto a otros alumnos, Margaret Dambeck Ernst Göhl, Margaret Leischner, Ljuba Monastirsky, Gertrud Dirks, Lisbeth Oestreicher, Anni Albers, Gunta Stölzl y Otti Berger.
Trabajaron codo con codo con los grandes de la modernidad y firmaron muchos de las creaciones más cotizadas del siglo XX, pero, como tantas veces, la gloria se la llevaron ellos. Ahora, una exposición en Londres redescubre a las olvidadas damas del diseño.
Quién no conoce a Gropius, Mies Van Der Rohe, Kandinsky, Klee o Breuer? Los chicos de la Bauhaus, los héroes del movimiento que revolucionó la arquitectura, el arte y el diseño cotidiano. Desde su centro de operaciones, la mítica escuela de la Bauhaus, fundada en la Alemania de los años 20 y perseguida después por los nazis, salieron innovadoras ideas que hoy son parte de nuestra vida cotidiana. Sin embargo, apenas hemos oído hablar de las mujeres que ayudaron a apuntalar la fama de esta escuela: Marianne Brandt, Anni Albers, Lilly Reich o Gunta Stölzl. Son las grandes olvidadas de este movimiento y, ahora, una gran exposición las ha hecho justicia. En el Victoria & Albert de Londres, las chicas de la Bauhaus y otras genios ‘perdidas’ de aquella época han recuperado su sitio junto a sus preciosos sillones y a sus estilizadas lámparas.¿Por qué estas mujeres cayeron en el olvido? En los locos años 20, nada hacía prever este arrinconamiento. «Las mujeres nos han tomado la delantera. Han reformado su ropa, se han cortado el pelo…», confesaba el propio Le Corbusier y, en efecto, se habían liberado. Eran deportivas y progresistas, y eso se notaba en sus obras. El movimiento era internacional: casi al mismo tiempo las arquitectas Eileen Gray y Charlotte Perriand innovaron el diseño de muebles en Francia. Aunque sus nombres no se conozcan, su sello está a la vista. Es muy probable que en un aeropuerto o en una oficina chic nos hayamos sentado en una silla diseñada por la arquitecta Lilly Reich. Con su colega y amante Mies Van Der Rohe, creó la famosa silla Barcelona, que hoy es la estrella de las revistas de decoración y que se sigue produciendo con el mismo respaldo de cuero y las mismas patas de acero del original. La silla, el taburete y el sillón Barcelona tuvieron dos padres, pero sólo el nombre de uno de ellos quedó consignado en los anales de la historia, el de Mies. Lo mismo ocurrió con otro clásico, el diván Le Corbusier. Fue diseñado por tres personas: Charlotte Perriand, Pierre Jeanneret y Le Corbusier, en 1928. Los hombres hicieron unos bocetos, pero fue Perriand la que finalizó los diseños. Sin embargo, la silla ha quedado ligada al nombre de Le Corbusier.La lista es larga. Así como las casas y los edificios racionalistas de arquitectos como Gropius, Mies y Le Corbusier siguen en pie, hoy se vuelven a producir muchos de los diseños de aquellas mujeres. Por ejemplo, Alessi ha reproducido la vajilla de bronce plateado de Marianne Brandt, que dirigía el taller de metal de la Bauhaus, mientras que en Ikea, por unos 30 euros, se puede comprar una lámpara redonda de cristal y metal que imita la de Marianne. Lo mismo ocurre con las alfombras a cuadros inspiradas en Klee, obra de Stölzl y de Albers, que están en las tiendas de todo el mundo. Nos hallamos ante un legado carente de reconocimiento público. De hecho, la impresión que produce la exposición Modernism es la de contemplar piezas que conocemos de siempre.Diseños populares de mujeres casi desconocidas. Anja Baumhoff, de la Universidad Warwickm, autora de The Gendered World of the Bauhaus, explica esta paradoja: «No todo respondía al deseo de ignorarlas. A muchas mujeres les daba miedo estar en primer plano. Además, ellas no solían quejarse. Una vez, Le Corbusier hizo unos garabatos en una casa diseñada por Eileen Gray, se fotografió delante de la casa y se la atribuyeron a él. Eileen rompió con él, pero no montó ningún escándalo».
Pero también ayudó una concepción machista de la escuela. Cuando la Bauhaus se fundó en Weimar en 1919, sus creadores comprobaron con horror que la mitad de los alumnos eran mujeres. Según Baumhoff, «su director, Walter Gropius, creía que las mujeres daban a la escuela una atmósfera de aficionados». Por ello, éste logró reducir el número de féminas en un tercio, dando más importancia al mundo del diseño y la fabricación que a la artesanía, más propia del sexo débil. Las mujeres eran cortésmente invitadas a los talleres de alfarería y tejido, lejos del masculino mundo del diseño industrial. Pese a este apartheid de sexo, en la Bauhaus reinaba un buen ambiente. Las fiestas allí eran legendarias, pues Gropius daba mucha importancia al trato entre profesores y alumnos. Hannes Meyer, siendo director de la escuela, se tomó tan en serio este postulado que tuvo relaciones íntimas con una alumna, por la que dejó a su esposa. Marianne Brandt, que se quejaba de que «al principio no fue precisamente bien recibida» en el taller de metales, pronto fue bienvenida en las fiestas temáticas. A la fiesta blanca de 1926 llegó con un tutú estructuralista blanco y un sombrero hecho con preservativos inflados. Era un grupo social similar al de Bloomsbury, una mezcolanza de trabajo, amor y sexo.Su aspiración: cambiar el mundo. Christopher Wilk, comisario de la exposición, hace hincapié en el afán de la Bauhaus de crear un mundo mejor. «El movimiento era tan espiritual como práctico. La arquitectura y el arte constituían la prueba de un mundo nuevo. Se creía que la abstracción de Kandinsky limpiaba el alma.» Así, Gropius dijo que los hombres «han vuelto del campo de batalla transformados, sienten que las cosas no pueden seguir como antes». Pero las mujeres también habían regresado de la batalla. En 1926, la jefa del taller de tejido de la Bauhaus era Gunta Stölzl, ex enfermera de la Cruz Roja. Su taller –donde se manufacturaban coloridos textiles de formas geométricas– era el único que daba dinero, pero los textiles se tenían como simples subrogados de la arquitectura masculina.Estando en la Bauhaus, Stölzl se casó con un arquitecto palestino, con quien tuvo un hijo al que crio en su taller. De pronto, sin embargo, simpatizantes de los nazis hicieron circular rumores escandalosos sobre la vida en la escuela, lo que la obligó a marcharse a Suiza, mientras muchos de sus colegas varones recalaron en EE.UU. Entonces, el taller de tejido se incorporó al departamento de diseño de interiores, que dirigía Lilly Reich, colega y amante de Mies Van Der Rohe.Reich planificó muchas de las exposiciones que presentaron al público los ideales modernos. El mobiliario del famoso pabellón de Barcelona fue obra suya y de Mies, pero su estrella cayó cuando la pareja rompió. Mies siguió construyendo rascacielos en EE.UU., mientras que Reich se marchitó bajo el régimen nazi. Mientras la Bauhaus innovaba el diseño alemán, otras dos vanguardistas, Eileen Gray y Charlotte Perriand, llevaban vidas no menos emocionantes en Francia. Gray empezó a hacer exquisitos biombos de laca antes de crear mesas de cromo y cristal, como la E1027, que se sigue produciendo, además de las clásicas sillas Bibendum y Transat. También construyó una casa blanca minimalista que se eleva como un transatlántico en las rocas cerca de St Tropez. Revolucionaria, mantuvo relaciones tanto con hombres como con mujeres porque decía: «Para crear, antes hay que poner todo en entredicho».Perriand, por su parte, era iconoclasta. Con 24 años diseñó su Bar sur le Toit –un mostrador de cromo, cristal y acero con banquetas– y una mesa de comedor extensible. Ambos fueron presentados en el Salón de Otoño de 1927 y maravillaron a todo París. Ante el éxito, Perriand se presentó en el estudio de Le Corbusier y le pidió trabajo. Pero tras mirar sus dibujos, éste le dijo que allí no bordaban cojines y le indicó la puerta. Poco después, al ver su stand en la citada muestra, Le Corbusier rectificó: la nombró responsable del diseño de muebles de su estudio. Así nacieron las famosas ‘tres sillas’: el sillón Grand confort, el diván y la mecedora.La carrera de Perriand despegó. Creó cocinas y armarios metálicos con su amigo el pintor Fernand Léger, preparó los carteles realistas soviéticos para la gran exposición de agricultura en Francia y diseñó albergues racionalistas en estaciones de esquí. Vivió hasta los 93 años, escribió una autobiografía y puso en orden su legado. Esta artista vuelve a estar tan de actualidad que el Centro Pompidou de París le ha dedicado una exposición. Un intento por revalorizar a estas mujeres cuya obra, como ocurre con los libros clásicos, ha superado con creces la prueba del tiempo.
Kate Muir

En el pais de las vacas sin ojos



Escribir es como viajar; la forma mas sencilla de gozar y sufrir mucho en el menor espacio de tiempo. La forma complicada es el amor.
Viajar es tambien la única manera de prolongar la vida. No podemos aumentar la duración de nuestra vida ni un solo día, sin embargo, en el viaje, los días parecen meses y, los meses, años.
Nadie puede vivir sin un sueño. El mío era recorrer el mundo y cantar las injusticias, pero no es fácil entrar de puntillas en el territorio sagrado de la palabra. Vine a la India a atrapar un sueño, y la India me devolvió, como en un espejo, mis pesadillas.

Eugenia Rico "El país de las vacas sin ojos" MR Ediciones.

Dice Eugenia Rico en el libro que a la India se viaja durante y con la memoria.. yo creo que es así y aunque realmente eso es extensible a todos los viajes, algunos lugares no salen nunca de nuestra cabeza.

Gustav Klimt. Mujeres

"I have the gift of neither the spoken nor the written word, especially if I have to say something about myself or my work. Whoever wants to know something about me -as an artist, the only notable thing- ought to look carefully at my pictures and try and see in them what I am and what I want to do."
Gustav Klimt

Articulo de Lucía Echevarría sobre García Marquez

Por cortesia de Fátima
Argumento de una novela: Un periodista ochentón verifica, entristecido, que su potencia sexual ya no es la que era. Cosas de la edad. Llama entonces a su proxeneta de confianza, aquel que le proporciona - a él y a media ciudad - los mejores Chaperos, y le pide que le busque un jovencito al que nadie haya tocado. El proxeneta le llama unos días después: ha localizado a un magrebí de barriada obrera, de catorce años, virgen con garantía, cuya familia está de acuerdo en vender los favores del chaval porque el padre está en paro desde tiempo inmemorial. La noche acordada, el proxeneta le proporciona una droga al chico para tranquilizarlo y favorecer los avances del anciano pero con tan mala fortuna que el chico, agotado tras una jornada particularmente dura - pues a pesar de su corta edad ya trabaja ilegalmente en una fábrica - se queda tan profundamente dormido como para hacer imposible su desfloración. El viejo permanece toda la noche contemplándolo, extasiado con su belleza y cuando vuelve a casa el ochentón lleva tal calentón encima que, ante la visión de la dérriere de su secretario, que está agachado recogiendo unos papeles, no puede contenerse y le viola. Luego, le arroja unos billetes a modo de compensación.Si este libro se publicara en España, el escándalo sería mayúsculo, del tipo del que le cayó encima a Arthur C Clarke en 1998, cuando The Mirror le acusó de ser un pedófilo. O sin ir más lejos, mi amiga Lola Beccaria tuvo que oír de todo a propósito de la publicación de su novela " Una mujer desnuda", en la que se narran las relaciones de una prepúber con un amigo de su padre.Pero resulta que cuando sale al mercado un libro con el mismo argumento, el mismo, pero con la sutil diferencia de que el putero es un señor heterosexual y la niña vendida y la criada violada (análmente, por cierto) dos mujeres, nos encontramos entonces con "una admirable historia de amor... una estupenda metáfora de la sociedad donde todos caben con suficiencias o exageraciones, una novelita-joya que contiene sabias frases de prosa brillante, desbordante, donde la pasión tardía se enseñorea en el corazón del viejo", en palabras de la crítica. Toma ya.Botón de muestra que describe al aluvión de reseñas favorables que se ha desbordado por los suplementos culturales españoles, unánimes en su admiración.Sí, me estoy refiriendo a la última novela de García Márquez, al que, como Premio Nóbel, se supone que debemos respeto. Premio Nóbel de la Paz fue también Henry Kissinger, responsable directo del golpe de Estado Militar contra Allende y de toda las dictaduras (incluidas las que falsamente se disfrazan de democracias) que campean hoy en América Latina.¿Les he convencido con este ejemplo del androcentrismo imperante en la crítica literaria?Pues daré otro: En cada entrevista, cada una, que he hecho de entre las más o menos veinticinco a propósito de la edición francesa de mi libro "Una historia de amor como otra cualquiera" me han hecho la misma pregunta: ¿Por qué sus protagonistas son mujeres? Estoy por ver que alguien le pregunte a Houllebeq o a Beigbeder la cuestión inversa. Y no se lo preguntan porque, pese a que las mujeres seamos mayoría en el mundo ( 53% de la población), a día de hoy lo masculino es la norma y lo femenino es la desviación, y por eso resulta tan extraño que se escriba sobre mujeres.Podría escribir sobre muchísimas escritoras injustamente olvidadas o no reconocidas en su valía: Ángela Figueras Aymerich, María Teresa León, Rosa Chacel....Podría hablar de una conversación con la hija de Carmen Laforet en la que ella me confirmó lo que yo ya sospechaba: que su madre había dejado de escribir incapaz de soportar la presión y las críticas(algo parecido me pasó a mí, que me planteé muy en serio abandonar el oficio después de la reacción que suscitó mi segunda novela, Beatriz y los cuerpos celestes).Podría escribir de Ana María Matute, que sufrió los embates de una censura feroz que le impidió ejercer su escritura en libertad.Podría hablar de cómo El País, el supuesto diario "progresista español", publicó, para cerrar el último número del siglo veinte de su suplemento cultural, un artículo titulado " Los mejores escritores españoles del siglo" en el que no se incluía a una sola mujer...Y entre tanto mientras todo el mundo se rasga las vestiduras al hablar de páginas de pedofilia en Internet, el Nóbel, sus editores y su agente se llenan los bolsillos de plata, y en este país se ocultael triste hecho de que el 75% de los hombres que pegan a sus mujeres abusan también de sus hijas, y la sociedad bienpensante cierra los ojos al pasar por la calle de la Cruz, por la Montera, o por la casa de Campo, donde muchas menores de edad se ven obligadas a vender su cuerpo para lucrar a las mafias que las explotan, porque vivimos en un mundo plagado de millones de putas tristes que no loson porque les da la gana, sino, precisamente, porque una cultura machista, perpetuada por la literatura, por los textos escolares, por el cine, por la publicidad, por la tradición, ha enseñado y sigueenseñando a los varones que la explotación y el maltrato a la mujer no solo es un hecho permisible, sino romántico.Como también enseña que la mujer deseable es aquella mujer bella que no habla, que solo nos escucha, y jamás nos contradice y, por lo tanto, si se pasa la vida dormida, tanto mejor, porque ya se sabe que, desde siempre, a los hombres nos gusta cuando callamos, porque estamos como ausentes y porque calladitas estamos más monas, y que el amor, según mucha literatura, no es un intercambio adulto y consensuado en el que cada cual da y recibe, sino una relación de dominación en la que una parte de la pareja se somete totalmente a la otra.¡Lucía, por favor, es solo ficción!, dirán algunos.Pero cito a Florence Thomas cuando escribe: "El lenguaje es el fundamento de la reproducción del sexismo; es un aparato de construcción y de representación de la realidad y por consiguiente de la acción sobre ella por medio de elaboraciones simbólicas. A través de él internalizamos ideas, imágenes, modelos sociales y concepciones de lo femenino y de lo masculino, entre otras.."En cristiano: que de lo que se lee, se aprende, y que la única forma de cambiar la sociedad pasa por intentar transformar los modelos de representación que reproducen las estructuras dominantes.En un país como Colombia, en el que casi 40.000 menores de edad practican (y no libremente) la prostitución, según estimaciones más que fiables de la DAS y la Interpol, y en el que todas las fuentes coinciden en afirmar que el ingreso de niños y niñas a la prostitución es cada día mayor y las edades de vinculación cada vez más tempranas, ¿no podría haber aprovechado el Premio Nóbel laplataforma que le ofrecen su fama y su prestigio para ayudar a luchar contra semejante lacra en lugar de idealizarla y glorificarla?Y cuando media España protesta unánimemente contra los casos de prostitución infantil de Barcelona ¿no es hipocresía que nadie, en ninguno de los medios mal llamados suplementos culturales de este país se haya atrevido a alzar el gallo para decir que García Márquezpuede escribir mejor o peor, pero que lo que ha escrito se llama apología de la explotación infantil y de la violación, y que como tal debe leerse, y nunca como historia de amor?Me gustaría que este artículo se fuera pasando en red a todos los colectivos feministas, o a las listas de correos. En el hecho de que todos los suplementos "culturales" españoles han puesto la novela por las nubes.
Si admitimos en hipótesis que sí, que cada cual puede escribir lo que le dé la gana dado que todo sepuede hacer desde la ficción -o eso dice la crítica- y que lo importa es la belleza de la obra, y que por eso García Márquez tiene derecho a escribir sobre lo que a él le guste, al menos tengamos en cuenta que lo que no se puede hacer, desde la crítica, es llamar "historia de amor" a una relación de abuso, porque eso SI que es hacer apología, o no advertir que el protagonista de este libro en ningún momento se cuestiona la legitimidad de comprar los favores sexuales de una menor y de drogarla para que los realice, ni de violar análmente a una criada que depende del violador para su sustento.Combatamos al machismo institucional desde la red, que es lo único que nos queda.
Lucía Etxebarría

El silencio del agua

La historia de las mujeres siempre ha quedado en un segundo plano, lejos de participar de las decisiones politicas, les ha tocado pagar un alto precio por muchas de esas decisiones. Algunas otras mujeres se preocupan por contarlo para que no caiga en el olvido y para que ese testimonio enriquezca, en palabras de Sabiha Sumar, nuestra comprensión del mundo.
El Silencio del agua es una muy recomendable película y aunque ya no está en los cines para las que tengáis curiosidad se puede encontrar en DVD tanto en alquiler como en venta. En el archivo va una interesante entrevista con la directora.
Un beso, ASM.

El silencio del agua


La historia de Khamosh Pani (Kirron Kher), basada en hechos reales, comienza en 1979 cuando Pakistán se empieza a introducir en la vía de la islamización después del golpe de Estado del general Zia. El filme enlaza el destino de una mujer y la evolución política de Pakistán a lo largo de los últimos veinticinco años.Transcurre 1979 en Charkhi, un pueblecito del Pendjab pakistaní. Aïcha es una mujer alegre de unos cuarenta años que nunca habla de su pasado. Desde la muerte de su marido, su hijo de 18 años es el centro de su existencia. Salim, buen chico, dulce y soñador, está enamorado de Zoubida.En Pakistán, el general Zia-ul-Haq acaba de tomar el poder y de instaurar la ley marcial. El país se introduce en la vía de la islamización. Salim empieza a frecuentar un grupo de fundamentalistas musulmanes. Zoubida es abandonada poco a poco por su enamorado, mientras Aïcha se preocupa por ver a su hijo cambiar tan brutalmente.Los acontecimientos se precipitan con la llegada de los Sikhs venidos de la India para su peregrinaje. Uno de ellos comienza a buscar a su hermana, una tal Virou, que los musulmanes capturaron en 1947. El pasado sale bruscamente a la superficie…
Sabiha Sumar (directora) Nacida en 1961 en Karachi (Pakistán) Sabiha Sumar estudió cine y ciencias políticas en la Universidad Sarah Lawrence de Nueva York entre 1980 y 1983, y relaciones internacionales en la Universidad de Cambridge en 1984 y 1985. Hoy vive entre Karachi y Berlín.Ha realizado numerosos documentales de crítica social para sensibilizar a la gente sobre la forma de vida de las mujeres en Pakistán y en los países vecinos. "El silencio del agua" (Khamosh Pani, 2003) es su primer largometraje de ficción.
"Para mí, no hay nada más natural que contar una historia desde el punto de vista de las mujeres. Dicho esto, no me considero como una mujer que haría películas, sino como una mujer que contaría historias que pudieran enriquecer nuestra comprensión del mundo, de nuestro pasado como de nuestro presente, con el fin de alumbrar mejor nuestro futuro."

El mundo de las mujeres. Rosa Montero.


para leer hacer click sobre el articulo.

Laura Campmany

Laura Campmany es una "vieja" amiga nuestra. Desde que Teresa la encontró en las estanterías de la Biblioteca de León nos acompañó en mas de un número de "viernes". Que sepamos sólo tiene un libro de poemas LA TRAVESÍA DEL OLVIDO que fue el XIII Premio de Poesía Hiperión. Como nos parece que retrata de un modo muy cercano diferentes sentimientos y estados de ánimo, hemos seleccionado alguno de sus poemas para que os acompañen este fin de semana.
Un abrazo

El Camino
Mi vida tiene forma de camino,
y un fondo de verdad en la maleta,
y una ilusión, ridícula y secreta,
dónde confluyen Dios y mi destino.
Mi vida tiene ya sabor a vino,
y a noches de relente y escopeta,
y a pan desmenuzado en la cuneta,
y a humilde vocación de peregrino.
Mi vida es algo tonto que dormita
bajo la higuera azul de la esperanza
mientras el tiempo, inexorable, avanza.
Mi vida es un clamor que resucita
cuando siente que existe, cuando alcanza
un poco del amor que necesita

El olvido
El olvido no tienen cordura ni castigo.
Se olvida sin proyecto,
a ráfagas de espanto e impotencia,
a golpes de memoria desertada,
y no somos culpables
del pasado que ardió sin dejar huella.
Venimos de un ruidoso laberinto
de anhelos y renuncias,
y en cada incomprensión hubo un peligro
que no nos destruyó porque olvidamos.
Nos fuimos despojando de todo lo inservible:
la fe, la tentación de aniquilarnos,
la paz de bostezar sobre la arena
y la credulidad arborescente.
Nos fuimos resumiendo, talando, cercenando
con la severidad de un jardinero
esclavo de la oferta y la demanda.
Atrás quedó el verano con sus ventanas rojas,
y toda yo, flamante y tornadiza.
Ya no sé qué sentí
esa primera vez en que me odiaron,
ni cómo me salvé de tanto hastío
cuando aprendí a callar en horas infinitas.
Me cuentan mis amigos que yo era luminosa,
y terca, y orgullosa, y confiada,
y que he tenido suerte.
¿Ganada? ¿Inmerecida?
Ya es tarde para hacerse una pregunta.
Escarbo en el olvido y sólo hallo
relámpagos de asombro y de impaciencia,
sed, una sed atroz, y la amargura
cínica de un limón;
una escalera
de empinados peldaños vengativos
que tengo que subir, desconociendo
cuál de entre todos ellos será el último.
A medida que subo, la maleta
me pesa más, y voy sacrificando
la juventud, la prenda innecesaria,
la joya falsa, la amistad fingida,
el rencor, la codicia, la inconsciencia,
todo lo que me oprime y me desgarra.
No sé ni adónde voy con mi equipaje,
ni cuánto amor me queda,
ni qué verdad me falta.
Sólo sé que consisto y persevero.
Si por una razón, eso lo ignoro.
Ser hasta reventar es mi destino.
Quien se inventó mi vida para nada
me la escribió en forma de camino

El Recuerdo
El recuerdo es la patria de los barcos hundidos.
Hay trozos de mi vida que habitan bajo el agua:
burbujas de lo amado, jirones de lo habido…
Mi copa y yo tenemos la misma sed amarga.
Se me ha muerto la hora como si fuera un niño,
tierna y luminiscente. Nunca podré enterrarla.
Fue demasiado leve, iba hacia el infinito.
Cupo el silencio en ella, fue demasiado clara.
Cupo en ella saberse catapulta y principio,
urdir sabias mentiras, armarse de esperanza,
burlarse de la noche, tomar lo apetecido,
negarse a la tristeza, romper, soltar amarras.
Esa hora, la hora del oro fugitivo,
cuando se arriba a puerto, cuando se arroja el ancla,
y uno comprende, y sabe, que el amor está escrito,
porque no hay otro viaje, ni existe otra palabra;
y parece que el aire se apelmaza en racimos,
y que la ropa quema, y que las flores sangran,
y que los labios tienen mojado su destino,
cuando todo comienza, cuando todo se acaba;
esa hora en que el rayo alza su pecho erguido,
y disipa las sombras, y ruge, y se agiganta,
ese cuerno exultante, ese golpe exquisito,
le ha cabido al recuerdo, lo llevo en mis entrañas.
Fue cumbre, fue cometa, fue pájaro incisivo,
fue pliegue, fue pañuelo, fue carne visitada,
fue la llave, la espuma que morirá conmigo.
Yo le debo mi fuerza al vuelo de una falda.
Si fue sólo un instante, los que le han precedido
fueron pasillos ciegos, pólizas necesarias,
y los que la siguieron tienen el tacto frío
de los jarrones rotos, de la belleza exacta.
¿Por qué será tan breve la gloria de un suspiro?
¿Por qué se tienen miedo la luz y la constancia?
¿Por qué los astros brillan, flotan en el vacío?
¿Por qué sobrevivimos al funeral del alma?
Aunque quise olvidarte, cuánto te necesito.
Quizás si no me hubiera marchado, si me llamas,
si la corriente empuja tu aliento contra el mío,
si se apiadan las rocas, si las olas nos salvan;
si la memoria tiene su fuego repartido,
si los perfumes besan, si los misterios hablan,
si el mar descubre a veces su tesoro escondido,
si hay hombres y caminos que nunca se separan;
si es preciso que seas, porque fuiste preciso,
y puede la marea devolverte a la playa,
si respirar a solas carece de sentido,
si no tiene sentido morirse de nostalgia;
surge en el horizonte, proclámate venido,
trepa hasta mi cintura, vuelve dónde me amabas.
Allá entre las arenas del fondo del olvido,
mi boca sabe a fruta, mi corazón aguarda
que empiece lo imposible, que ocurra lo que tarda
y, sin embargo, quiso, pudo haber ocurrido.

La Soga
Pudo haber ocurrido cuando la piel ardía.
Que en la vibrante arena del verano,
calzadas las espuelas,
tus ávidas pupilas traspasaran
las horcas del silencio.
¡El humor y el amor, qué cosas tan distintas!
Si no hubiera fingido, si no hubieras dudado.
Si me hubieras sellado la boca torturada
de abismos y clamores.
Esa boca adiestrada a soslayar misterios,
a hablar sin respirar por no entregarse,
por no dar a entender que se entregaba.
Si me hubieras vencido con tu aliento de hombre.
Si le hubieras mandado replegarse a la risa
y proclamado al fin que era la hora
de pasar a la carne conjugada.
Sé que pudo haber sido glorioso como el fuego.
Debiste hacerlo entonces, cuando la piel ardía.
Aunque de aquella noche enamorada,
aunque del beso que jamás me diste,
aunque del rito, nunca practicado,
de aunarnos porque sí, nada quedara,
hoy dos cómplices sabrían
que me amaste una vez. Con una basta.

La Meta
Cuando tropiezo, miro hacia delante
y me sacudo el polvo del camino
con la rotundidad de un remolino
que me arrastra hacia sí, que me levante.
Me dejo la pupila tan brillante,
que es como si del fondo del ocaso
más vigor extrajera, y más pujanza,
que del alba radiante mi esperanza,
y más venciera, cuanto más fracaso.
Mi vida ha sido una vehemente historia
de sueños, ambiciones y disparos,
mas cuanto ambicioné, soñé con daros
y, si lancé la flecha, fue a la gloria.
Ya me tengo aprendido de memoria
que soy un alma más en lo infinito,
y que lo que consiga se lo quito
a otras almas que sueñan y ambicionan,
a esta infame existencia su delito.
Pero se he de ser, pese a quien pese,
y, más que como quieran, como quiero,
porque digno de ser, y no sincero,
a nadie he conocido que lo fuese.
Que no os extrañe, pues, que me confiese
amiga de lo turbio y de lo hermoso,
ya que si en la inocencia hallé reposo,
también busqué placer en lo prohibido,
y tanto como peca de atrevido
tiene mi corazón de generoso.
No le dejé al misterio ni un resquicio.
Todo lo desnudé por ver cómo era.
Llegue al sí de la carne la primera,
y no llegué segunda al sacrificio.
De vivir libremente hice mi oficio
y de la dignidad, mi único credo.
Sé que contra la muerte nada puedo,
pero mientras existan dos orillas,
antes morir que hincarme de rodillas,
antes luchar que doblegarme al miedo.
Amé como lo saben mis amantes:
ésos que me estrecharon en sus brazos
hasta dejarme el alma hecha pedazos
o rendirse a mis pies, agonizantes.
Si heridas dejé abiertas, fueron antes
las que un amor infiel abrió en mi pecho,
y por no arrepentirme de lo hecho,
tampoco me lamento de mi suerte,
pues si para perder he sido fuerte,
lo soy para vencer con más derecho.
Vencer ha sido amar y ser amada
cobrándole a la dicha su retraso,
aunque no lo pregono, por sí acaso
hay quienes me prefieren desdichada.
Con mi sudor me gano la soldada,
la cual es tal, que es más que suficiente
para que pase yo medianamente
mis ratos preferidos, por ociosos,
sin tener que servir a poderosos,
ni andar a zancadillas con la gente.
Con esto y poco más me conformara
si no fuera verdad que mi talante
me arroja a una dialéctica constante
de cómo hacer que el mundo mejorara.
Mi pensamiento todo lo equipara,
no hay cosa que no enfrente a su posible,
y, pues hasta lo bueno es perfectible,
yo en mejorar lo bueno me entretengo,
cuando lo puedo hacer porque no tengo
que hacer más soportable lo terrible.
Para vivir en paz con mi conciencia,
dos cosas me he tenido aconsejadas:
no hallar placer alguno en las malvadas
y gozar de las buenas con prudencia.
Mi fuerza es el amor, mi fe, la ciencia,
mi solaz, la belleza y la armonía,
mi nacionalidad, la poesía,
mi distracción, las tácticas del juego,
y mi sueño, pasarme junto al fuego
largas horas en grata compañía.
Con una sola meta por delante,
que es dejarme esta vida cuando empiece
ella a cansarse de que yo tropiece,
y yo, de que mi orgullo me levante.
Cuando pueda decir que fue bastante,
que la tuve completa y ya sin ganas,
y lluevan sobre mí burlas y canas,
y hasta del aire se me dé un ardite,
cuando la mire y no la necesite,
entonces, sí, que doblen las campanas.
Morirse al fin, con el zurrón repleto
de recuerdos, caricias y temblores.
Morirse con los ciervos y las flores,
ensimismadamente y en secreto.
Irse a las esculturas de lo quieto,
y a la dulce acuarela de lo hundido,
y al libro silencioso de lo sido,
y a la irrompible paz de lo durmiente.
Quitarse la corona de la frente,
y descansar por siempre en el olvido.

Laura Campmany

Los hombres cobran de media un 40% más que las mujeres en España

380.000 trabajadoras dejan al año su empleo por razón familiar frente a 14.500 varones.
CHARO NOGUEIRA. Madrid .EL PAÍS. Sociedad -03-03-2006

(cortesía de Sonia PT)
Más pobres y con menos poder .
Los hombres ganan un 40,6% más que las mujeres en España. La ventaja salarial masculina se registra en todas las ocupaciones, según un estudio elaborado por el Instituto Nacional de Estadística. Ni siquiera la formación blinda a las mujeres contra la discriminación salarial. Los licenciados universitarios ganan un 51% más que las trabajadoras con la misma cualificación. La falta de reparto equitativo de las tareas domésticas y de cuidado se deja sentir. Cada año, 380.000 mujeres abandonan su trabajo para ocuparse de su familia o por motivos personales. Sólo 14.500 varones dan el mismo paso.
Las mujeres, que tienen menor nivel de ocupación y mayor desempleo que los varones, perciben además menores sueldos. El salario medio bruto anual de los hombres supera en un 40,6% al de las mujeres. Ellos ganan 22.169 euros brutos al año, como media, mientras ellas perciben 15.767. Así se desprende de los datos que acaba de extraer el Instituto Nacional de Estadística (INE) a partir de la última encuesta de estructura salarial, de 2002. Esta diferencia coincide en términos generales con los últimos datos facilitados por la Agencia Tributaria. Para calcular estos salarios medios se tienen en cuenta variables como el tipo de contrato, de jornada o el nivel de antigüedad en el empleo.
- Desigualdad en todos los sectores. En cualquier ocupación, las mujeres cobran menos. Así se desprende de los datos comparativos de las ganancias medias anuales en 16 tipos de ocupaciones.
La menor diferencia se da en la categoría de peones, donde los hombres perciben de media un 4,9% más que las mujeres (13.068 euros frente a 12.463 euros) y en los servicios de seguridad, donde el salario masculino (16.475 euros) es el 18,9% superior (véase gráfico).
- Directoras con mnos sueldo. En el apartado de la ocupación mejor retribuida, la dirección de las Administraciones Públicas o de empresas con más de 10 empleados, los varones reciben un 35,6% más que las mujeres (57.444 euros frente a 42.369). En el segundo nivel con mejores sueldos, el de las profesiones para las que se requiere una licenciatura, una ingeniería o un doctorado, los hombres cobran el 39,4% más que las mujeres. Ellos cobran 37.891 euros brutos al año y ellas, 27.175 euros.
- A igual formación, menor sueldo. Los datos del INE revelan que la formación elevada no sirve de freno para la desigualdad salarial. La estadística que relaciona el nivel de sueldo y el de formación (aunque ésta no se corresponda con el empleo que se desempeña) revela que los licenciados, ingenieros y doctores tienen una ganancia media anual de 38.691 euros mientras las mujeres con idéntica formación perciben 25.629. Ellos cobran el 51% más. En el nivel de diplomados universitarios, los varones cobran el 45,4% más que las mujeres. A partir de ahí, la diferencia salarial tiende a crecer a medida que desciende el nivel de formación. La mayor brecha se observa entre las personas sin estudios. Los varones en esa situación ganan 14.834 euros, un 75,1% más que las mujeres (8.472 euros).
- Dejar el empleo por la familia. Cada año, casi 400.000 mujeres abandonan su empleo por razones personales o para asumir responsabilidades familiares, según el INE. A lo largo de 2004, dieron ese paso 379.500 trabajadoras, que se retiraron del mercado laboral, en muchos casos de forma definitiva, a tenor de la Encuesta de Población Activa. Ente los trabajadores varones sólo dieron ese paso 14.500, según esa encuesta.
- Casi el 80% del empleo a tiempo parcial. De cada 100 trabajadores ocupados a tiempo parcial, 78 son mujeres. Entre los ocupados a jornada completa los varones suponen el 65,4%. De cada 100 trabajadores asalariados, 58 son hombres, según el INE.
- Empresarias en aumento. La mayoría de empresarios son de sexo masculino, pero va en aumento la presencia femenina en esa ocupación. Ahora el 29,2% de los empresarios con o sin asalariados son mujeres, según los datos de 2005. En 2002, las empresarias suponían el 26,2%.
Más pobres y con menos poder
Las mujeres, el 50,6% de la población española, están cada vez más presentes en los distintos ámbitos. Son, por ejemplo, el 36% de las diputadas nacionales y el 52, 7% de los funcionarios. No obstante, sólo ocupan el 27% de los altos cargos de la Administración, según los datos que manejan el INE y el Instituto de la Mujer. En la judicatura las mujeres suponen el 42%.
Las ciudadanas padecen un mayor riesgo de pobreza. De los 4,8 millones de hogares encabezados por mujeres, el 43,3% tienen ingresos inferiores a 14.000 euros anuales (en esta situación está el 28,8% de los hogares donde la persona de referencia es hombres).
Las mujeres, que declaran tener mala salud en mayor medida que los hombres, cometen el 8% de los delitos y son el 55,5% de las víctimas (sufren el 89% de las agresiones sexuales).