martes, 13 de mayo de 2008

Sexo en Nueva York», una Cenicienta de ida y vuelta

ANNA GRAU.
NUEVA YORK. Érase una vez una chica de Texas que se fue a vivir a Nueva York. Vamos a llamarla Betsy. En agosto de 2002 Betsy vivía justo al lado del agujero dejado por las Torres Gemelas. En consideración a la posible existencia de partículas tóxicas se beneficiaba de una rebaja del alquiler durante dos años, me explicó contentísima. Eso le permitía vivir sola en pleno downtown de Manhattan, en un estudio mi-núsculo pero con vistas.
Ávida de hablar del 11-S y de su impacto en los neoyorquinos, propuse a Betsy salir a cenar un domingo. Imposible, declaró: era el día que quedaba con su prima y sus dos mejores amigas para ver todas juntas el episodio semanal de «Sex and the City» («Sexo en Nueva York»).
Cuando le dije que yo no había visto nunca la serie casi se cae de espaldas. ¿Cómo era posible que yo, una periodista europea, a sus ojos un ser refinadísimo, desconociera la Biblia de la mujer ideal? Tras una catequesis acelerada fui admitida en el templo, que era como un juego de espejos: cuatro chicas pizpiretas de Nueva York en la pantalla, y delante de ella cuatro chicas pizpiretas más con la boca abierta. Betsy me explicó con emoción que a esa misma hora muchísimas otras chicas de Nueva York y de toda América estaban comulgando con lo mismo. Y otro tanto hacían un buen puñado de gays.
Eran los grandes tiempos del nacionalismo neoyorquino, después del 11-S y antes de la guerra de Irak. En el mundo de «Sex and the City» todo el mundo da gracias al cielo por vivir en Nueva York, la última gran ciudad libre, donde nadie es demasiado pobre como para poder vestir como Carrie y sus amigas, frecuentar los locales que ellas frecuentan, beber un Cosmopolitan tras otro (a veinte dólares cada uno) y vivir en el Upper East Side.
¿Es real ese mundo?
Sarah Jessica Parker, actriz protagonista y productora ejecutiva de la película que se estrena en Estados Unidos este mes y en España en junio (también fue productora de la serie desde la tercera temporada) se resiste a admitir que ese mundo no es real. Lo que hace es situarlo en el pasado: afirma que vivir en Manhattan «era más asequible antes», y que por eso ella, una izquierdosa convencida -«nací demócrata», asevera solemne-, está usando su popularidad para patrocinar Bitten, su propia marca de diseño barato. Venden vestidos a cuatro dólares y medio. Parker dice que es para «democratizar la moda». Se enfada si alguien insinúa que está haciendo negocio con su condición de icono fashion.
Visto el icono de cerca, Parker es con diferencia la menos glamourosa de las cuatro actrices de «Sex and the City». Por momentos parece que se esfuerce incluso en ser la más vulgar. Hay quien dice que esa es la clave de su éxito, su aire de chica cualquiera transmutada en Audrey Hepburn del siglo XXI por el embrujo de Nueva York y el estilismo de Patricia Field.
Si en la serie el estilismo era espectacular, en la película deviene faraónico. Las cuatro chicas se cambian de vestido no menos de trescientas veces. Llega un momento en que mirarlas hace daño a los ojos. En que las espectadoras piensan que si ellas no son más felices en la vida es porque no cuidan así su aspecto. Esta idea es casi sugerida directamente en un momento de la película por Samantha (Kim Cattrall) a Miranda (Cynthia Nixon), víctima de una infidelidad conyugal... y de su propia negligencia para depilarse las ingles.
La madurez del cuarteto
Y, sin embargo, la película tiene pretensiones de trascender y de situar a sus cuatro Cenicientas en lo más parecido al tono mayor de la madurez, donde todo final feliz pasa por resignarse a cierto grado de decepción. Cynthia Nixon, lesbiana confesa en la vida real, analiza agudamente su rol de Miranda, una triunfadora casada con un hombre sencillo, socialmente insignificante, «eso es lo que aflora cuando él le pone los cuernos, algo que ella cree particularmente imperdonable por parte de un hombre que en el fondo no la merece; hasta que se reconcilia con lo mucho que lo ama y lo valora, a él y a lo fácil que es vivir con él».
Cuatro años después de la emisión del último capítulo de la serie, «Sex and the City» sigue levantando pasiones. Chris Noth, que encarna a míster Big y es el portavoz oficial de la testosterona en la serie, se ríe contando que una vez, cuando creía que iban a atracarle, lo que hicieron fue preguntarle: «¿Por qué no te casas con Carrie?». Sarah Jessica Parker no se ríe cuando cuenta cómo los paparazzi acosan a su hijo de cinco años.
Y, sin embargo, ya no es lo que era. Igual que el fervor del 11-S ha dado paso a muchos reproches y una gran amargura, la película llega en un momento en que empieza a haber legiones de desengañados -sobre todo desengañadas- de «Sex and the City». Betsy de Texas se volvió al pueblo: ya le pesaban los años trabajando de sol a sol en Nueva York sin ahorrar un dólar, pagando precios de infarto por todo, sin poder ni oler las marcas de sus sueños y sin encontrar novio. No es fácil ligar en una ciudad donde todo el mundo corre una diaria maratón de obstáculos.
«No es lo mismo la búsqueda del amor a los veinte años que a los cuarenta», advierte Parker, quien parece sorprenderse cuando se le pregunta por qué ningún personaje de «Sexo en Nueva York» tiene nunca problemas económicos, inquietudes políticas o ni siquiera una opinión sobre la guerra de Irak. «Porque es una comedia romántica, no un reportaje», concluye, lavándose las manos de toda la gente que se tome esta visión en rosa de la ciudad al pie de la letra y luego se lleve un chasco. «¿Le vais a pedir cuentas a Woody Allen por todos los judíos de Ohio que, después de ver sus películas, se vayan a vivir a Nueva York?», espeta.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, pues yo soy de una de esas de que habla el artículo de Sexo and the city, que nunca ha visto Sexo en Nueva York.
Sé de qué va más o menos por toda la publicidad que hay del tema, pero ni sé quienes son las actrices, excepto la protagonista, ni mucho más……………….
En fin, quizás vea la película, para hacerme una idea, no?
Maria

Anónimo dijo...

Hola!!!!
Interesante el artículo.
La peli, que a mi me encanta, no deja de ser ficción ¿O no? Vamos que es de locos tomarsela al pie de la letra
¡Montón de Frustraciones....!

Anónimo dijo...

Hola! anoche vi la peli.....me encantó! me reí mucho! pero lo que me "engancha" de esta peli (o de la serie) es la amistad que hay entre las chicas....los problemas que tienen con los hombres.... y cómo pese a tener todas problemas de pareja siempre están apoyándose las unas a las otras sin juzgar, pase lo que pase, decida lo que decida cada una hacer en su relación, sea o no arriesgado.... Me dió mucho que pensar en la amistad entre mujeres y en los problemas de pareja ...yo la recomiendo. MARTA